Reclusiones mortales: Asalto “terapéutico” psiquiátrico

Expresando lo obvio, no se supone que el “cuidado” psiquiátrico mate pacientes, y nadie espera que los pacientes se mueran en hospitales psiquiátricos. Sin embargo, esto es lo que sucede cada día, silenciosamente, bajo la mirada vigilante de los psiquiatras en instituciones psiquiátricas alrededor del mundo.

A Randy Steel de 9 años no le agrada bañarse en la instalación psiquiátrica, donde fue admitido. Como resultado del forcejeo Randy vomita y deja de respirar, mientras los miembros del personal lo inmovilizan a la fuerza. Después de revivirlo, fue rápidamente transferido a otro hospital donde muere al día siguiente. Más tarde los registros del hospital muestran que Randy ha sido recluido 25 veces en 28 días antes de su muerte. A pesar de la evidencia del flujo de sangre de su nariz, boca, ojos, ano y las contusiones en su cara y abdomen, nunca se hicieron cargos criminales. En la audiencia legislativa del estado, la madre de Randy, Holly, mostrando las fotos de la autopsia de su hijo, suplica: “yo espero que ningún otro niño tenga que morir así”.

El personal psiquiátrico forzó a la canadiense Stephanie Jobin de 13 años de edad (ya medicada con cinco drogas psiquiátricas diferentes) a ponerse boca abajo en el suelo, entonces tiraron un colchón sobre ella, se sentaron para inmovilizarla y sujetaron sus pies. Después de luchar por 20 minutos, Stephanie dejó de respirar. Su muerte fue decretada como accidente.

Andrew McClain de 11 años de edad, murió de asfixia traumática (sofocación) y compresión del pecho cuatro días después de haber sido admitido en la institución psiquiátrica de Connecticut. Andrew había desobedecido las instrucciones del asistente psiquiátrico de moverse a otra mesa durante el desayuno. Acto seguido, dos miembros del personal lo inmovilizaron poniéndose uno de ellos sobre el niño en un cuarto de reclusión acolchado.

Los “procedimientos” de reclusión e inmovilización son las evidencias más visibles de las prácticas barbáricas que los psiquiatras escogen para llamarlas terapias o tratamientos. Y como estos ejemplos claramente demuestran, tal brutalidad psiquiátrica no se suaviza, como la compasión humana podría considerar apropiado, ni siquiera por el bien de la juventud.

Desde 1969, la Comisión de Ciudadanos por los Derechos Humanos (CCHR) ha investigado y revelado las muertes resultantes directamente del “cuidado” psiquiátrico. Como una de sus primeras investigaciones, CCHR documentó 100 muertes inexplicables en los hospitales de Camarillo, California y en el Hospital Metropolitano del Estado. Un hombre de 36 años de edad, fue encontrado muerto boca abajo en una cama donde había sido inmovilizado con grilletes de cuero. Una anciana fue encontrada muerta en el armario de un hospital dos semanas después de que el personal informó a los familiares que ella estaba perdida.

Trabajando con legisladores y medios informativos, CCHR ha ayudado a sacar a la luz la espantosa verdad sobre las 150 muertes injustificadas por reclusión que ocurren cada año en los Estados Unidos. Al menos 13 de las muertes durante un período de dos años fueron niños, algunos tan pequeños como de seis años.

Las medidas tomadas para frenar el número de muertes han tenido poco efecto. A pesar de la aprobación de regulaciones federales que limitan las restricciones en los Estados Unidos, durante los siguientes tres años otros nueve niños murieron por sofocación o paro cardíaco como resultado de procedimientos violentos de reclusión e inmovilización.

En Japón, se aprobaron regulaciones prohibiendo el uso de reclusión e inmovilización físicas en ancianos, después de descubrir que los hospitales psiquiátricos privados estaban encarcelando a la fuerza y recluyendo ilegalmente a pacientes ancianos. Aún así, la violencia continuó. El Dr. Masami Houki, jefe de la Clínica psiquiátrica de Houki en Japón, fue acusado de homicidio involuntario después de que le tapó la boca a una paciente de 31 años con un pañuelo de papel, le pegó con cinta adhesiva su boca, le inyectó un tranquilizante, le amarró sus manos y sus pies y la forzó a echarse en el asiento de atrás del auto, mientras la transfería a la clínica. Ella llegó muerta.

Houki es uno de los pocos psiquiatras; en verdad, uno de los pocos trabajadores psiquiátricos; que ha sido acusado con cargos criminales por muertes debido a procedimientos violentos de reclusión e inmovilización, llamados eufemísticamente “terapia restrictiva humanitaria”. Mientras tanto, miles de personas de todas las edades continúan muriendo por insensibles asaltos físicos en las instalaciones psiquiátricas alrededor del mundo.

La razón de esto es muy simple. “Asalto” es por definición un intento o intento aparente de infringir daño a otro usando fuerza ilegal, conforme a la capacidad de dañar a esa persona. “Ataque” se define como cualquier ataque ilegal u otro inapropiado uso de la violencia física o coerción infringida en un ser humano sin su consentimiento.

Los procedimientos de reclusión e inmovilización psiquiátricos y todos los otros procedimientos psiquiátricos, califican como “asalto y ataque” en todo aspecto, excepto en uno; son legales. La psiquiatría se ha ubicado por encima de la ley, desde donde puede asaltar y atacar a sus infortunadas víctimas con una completa falta de responsabilidad, todo en nombre del “tratamiento”.

Les invitamos a revisar este informe y sacar sus propias conclusiones acerca de los daños que causa la psiquiatría no solamente a nuestra salud mental sino a nuestras vidas.

Es imperativo que las autoridades de cumplimiento de la ley y los legisladores tomen acción para acabar con estas atrocidades.

Sinceramente,


Jan Eastgate
Presidenta de la Comisión de Ciudadanos
por los Derechos Humanos Internacional

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